
Noche en el Madrid Arena: El lado humano

La tragedia sucedida en el Madrid Arena el pasado día 1 de noviembre, ha causado un enorme revuelo y conmoción en toda España. El impacto social ha sido tan relevante que, a día de hoy, está en boca de todos. Y es que con todo lo que se ha oído y sabido hasta el momento a cerca de la tragedia, no se ha hecho más que sacar a la luz cuestiones y problemas que ya se sabían. Entonces, ¿es necesario esperar a que ocurran estos desastres para rectificar? Responsabilidades, imputados, seguridad… son los temas de actualidad, pero ¿cómo se vivió desde dentro? ¿Cómo actuaron los protagonistas? ¿Qué hay del dolor de las familias?
Sin duda, una fiesta de estas características resulta más que atractiva para la juventud española de hoy en día. Fiesta, alcohol, diversión, halloween, DJ internacional, etc. Se reunían todos los ingredientes para aglomerar a miles de jóvenes aquella noche en el Madrid Arena. De buenas a primeras, uno puede pensar que la noche era una excusa más para cometer excesos. La marcada reputación de la noche madrileña es ya una vieja conocida. Pero más allá de las drogas, el alcohol, el tomarse las cosas a la ligera o el carpe diem, de tanto en tanto, salen a relucir valores que bien merecen mención. Hablamos de la solidaridad que aflora ante situaciones críticas, la entrega sin más fin que el bienestar del otro, el altruismo, ese auténtico compromiso desinteresado. Héroes anónimos al fin y al cabo. Pues bien, aquella noche de halloween, también tuvo su lado más humano.
En los medios de comunicación también se ha hablado de este tema, pero menos. Mientras se lanzan acusaciones entre distintos responsables, familias enteras están viviendo una auténtica pesadilla, llorando a sus niñas, clamando justicia, por unas muertes que pudieron haberse evitado sobradamente. Esas cuatro jóvenes salieron de sus casas aquella noche sin saber que estaban viviendo sus últimas horas. Fueron totalmente ajenas a las causas del desastre y acabarían encontrando el fin en unos estrechos pasillos de salida.
El músico y DJ, Steve Aoki, plato fuerte de la noche en el pabellón, no llegó a saber nada de lo sucedido hasta que la fiesta hubo acabado. El músico norteamericano aseguró estar “devastado por la tragedia” y que “si hubiera sabido que había personas corriendo peligro en el local, habría suspendido el concierto inmediatamente. Quiso expresar sus “profundas condolencias a las familias y seres queridos durante estos momentos difíciles”. Por respeto a las víctimas, suspendió su siguiente concierto en Bilbao.
Gracias a la gran difusión de noticias a través de los medios de prensa y redes sociales, pudo llegar a nuestro conocimiento diferentes intrahistorias, héroes en el anonimato que socorrieron a los jóvenes aplastados en la avalancha humana. Algunos, estudiantes de medicina con conocimientos suficientes para practicar la reanimación cardiopulmonar, otros, policías fuera de sus horas de servicio que no pestañearon a la hora de ayudar. Sí, es necesario resaltar los valores positivos de la juventud actual. A pesar de las críticas y acusaciones de otros individuos quienes indicaban que los asistentes a la fiesta “estaban súper borrachos” y que por ello optaron por “colarse” al recinto provocando el desastre, podemos estar estar tranquilos al pensar que el valor humano no se perdió.
Sí resulta preocupante el hecho de que tras la tragedia, se haya pasado a evadir responsabilidades. Miguel Ángel Flores, máximo responsable de la empresa organizadora del evento, defiende su inocencia, a pesar de los motivos por los que se le imputa. El empresario de la noche, culpa a la policía por haber permitido la entrada de jóvenes al interior del pabellón. A día de hoy, se investiga también si se vendieron más entradas de lo permitido, y si fue él el directo responsable de abrir las puertas accesorias para la entrada masiva de gente, lo que determinaría las fatales consecuencias, en base a unas imágenes que recogieron las cámaras de seguridad y que recientemente han salido a la luz. La pregunta que cabe hacerse es ¿todo esto es algo que ocurría con normalidad en fiestas anteriores, sin que ocurriera ninguna consecuencia grave y sin que nadie se percatara del peligro inherente? ¿Por qué se procedía de esta manera? No es difícil imaginar que el motivo es, lastimosamente, el de siempre: el dinero. Sacarse unos “euros” extras parece que nunca está de más, incluso si con ello has de saltarte la ley, manejando a tu antojo a miles de ingenuos invitados como a un rebaño.
Pero no, la responsabilidad no sólo recae en un sujeto. El Madrid Arena es propiedad del Ayuntamiento de Madrid, quien alquiló el recinto para aquella noche. Eran conocidas las deficiencias en la seguridad del local en cuanto a evacuación desde el interior. Pero entonces ¿era el local apto para albergar una macro-fiesta con aforo para 10 mil personas, y más pudiendo intuir que dicho aforo se superaría con creces teniendo en cuenta los antecedentes en estos eventos? Señores, ¿dónde está el raciocinio en estos casos? ¿De verdad vale la pena arriesgar tanto para tener mayor ganancia? La ética frente a la ambición. Está claro que este suceso sentará un precedente, pero ¿cuántas veces más nos equivocaremos? Habrá más oportunidades en el futuro para poder rectificar. Sin embargo, Katia, Cristina, Rocío y Belén ya no podrán tener oportunidad.
Toledo, 28 de Noviembre de 2012
Jocelyn Loza